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Doctor José Antonio Muñoz indica que existen profundas
diferencias sociales que permiten entender lo anterior e identifica
la labor que debiera asumir el Estado para frenar la incertidumbre
que plantea el Coronavirus COVID-19.

Frente a las medidas de cuarentena preventiva y total decretadas por el
Gobierno para impedir la propagación del Coronavirus en el país, el
comportamiento de parte de la población ha sido la de desacatar las
instrucciones de aislamiento colectivo en los domicilios.
Si bien existe consenso de querer proteger a nuestros seres queridos de esta
pandemia, lo cierto es que las profundas diferencias sociales del país obligan
a muchos a no obedecer lo decretado.
Así lo afirma el especialista en etología humana y psicología evolucionaria de
la Universidad de Playa Ancha (UPLA), doctor José Antonio Muñoz, quien
explica que “desde las clases socioeconómicas más desprotegidas, es
difícil pedirle a la gente que se quede en la casa, ya que la gran
mayoría de ellos vive al día y con trabajos informales. De esta forma,
necesitan que el Estado les apoye, pero es complejo que esto suceda
en Chile, porque nuestro sistema socioeconómico está constituido a
partir de un Estado pequeño, con baja capacidad asistencial para la
población en tiempos de crisis. Es por ello que el Estado tendrá que
cambiar su rol si desea lograr una cuarentena exitosa cuando ésta se
aplique a la población más vulnerable. De no hacerlo, simplemente
será imposible acatar, porque la gente no tiene ahorros para estar
dos semanas en sus casas”.
En contrapunto, Muñoz sostiene que las capas sociales altas observan con
lejanía la enfermedad al saberse con medios para enfrentarla.
“Esto es parte de nuestra capacidad natural para autoengañarnos. Es
una herramienta adaptativa con la que nos dotó la selección natural
para aminorar y justificar de manera autocomplaciente, o,
simplemente, no ver los costos negativos que les infligimos a los
demás productos de decisiones que tomamos para maximizar
nuestros beneficios personales. En este caso, el autoengaño juega en
contra, ya que no permite calcular adecuadamente el nivel de
exposición y riesgo que conlleva la pandemia. Finalmente, mientras
no exista un tratamiento adecuado, los únicos que librarán la batalla
por sobrevivir serán nuestro sistema inmunológico contra el virus”,
precisa el investigador y director del Centro de Estudios Avanzados (CEA) de
la UPLA.

ENCIERRO Y GRUPOS DE RIESGO

El aislamiento social recomendado para frenar el contagio del virus es sobre
llevable con las herramientas que la tecnología provee, las que ayudan a
aminorar la ansiedad y depresión derivadas del encierro.

Los que viven solos están más propensos a este estrés, pero más aun los
que no tienen acceso a conectividad y los que no cuentan con un adecuado
espacio para vivir.
“Existen muchos problemas no resueltos de nuestra sociedad que se
acentuarán en algunos grupos de riesgo en nuestra población,
haciendo que el encierro sea un proceso con un alto nivel de
sufrimiento. Un ejemplo de lo anterior son las personas víctimas de
violencia familiar que podrían estar aisladas con sus maltratadores o
los que conviven con personas con adicciones. Será parte de la labor
de nuestra sociedad ayudar a todas estas personas a retomar sus
vidas, una vez que pase esta crisis, porque indudablemente, volverán
mucho más afectadas. Y en esto no pueden estar ausentes las
universidades”, explica el doctor Muñoz.
A lo anterior se suma el tener que reordenar nuestra vida en función de
nuevos escenarios y adecuar la percepción del hogar con la de la oficina.
Situación compleja, como dice el investigador UPLA, porque en Chile el
teletrabajo está en un nivel arcaico de desarrollo, por lo tanto, muchas
personas siguen viendo sus hogares como espacios de relajo, sin áreas de
trabajo y no como centros de labores. Adecuar la percepción del hogar a este
nuevo sistema requiere orden y esfuerzo personal.
La clave -expresa- es aceptar pronto la nueva realidad, generar horarios en
el hogar y nuestro cerebro hará el resto, cambiando nuestras expectativas y
reordenando nuestros ejes de prioridades. En tanto, la gran tarea para las
empresas, plantea el especialista, es darle tiempo a los trabajadores para
que se adapten al nuevo sistema, no exigir lo mismo de antes, entender que
el cambio de expectativa también implica una modificación de las metas
impuestas en un escenario completamente diferente.

FRENAR INCERTIDUMBRE

Uno de los problemas con los que peor lidia el ser humano es la
incertidumbre, porque no permite planificar el futuro, tarea que realiza a
diario gracias a que nuestros cerebros permiten proyectarnos en el tiempo
hacia diferentes escenarios.
El investigador UPLA señala que la construcción de esos escenarios depende
del presente, y es aquí donde tienen que haber insumos claros para imaginar
un futuro seguro, de no existir aquello comienzan los problemas de angustia
y de ansiedad, entre otros.
“Por tanto, es tarea de nuestro gobierno ponerle freno a esta
incertidumbre. Me preocupa escuchar a las autoridades diciendo que
las medidas se irán planificando en función de los escenarios, incluso
a nuestra máxima autoridad señalando que nadie sabe lo que
ocurrirá con el virus. Los países que mejor han manejado esta crisis
lo han hecho siguiendo pautas amplias de información social que
disminuyen la incertidumbre. Lo que se observa en Chile es que el
principal problema está en cómo se comunican las medidas y en
explicar por qué se hacen de esa manera. Sin esos antecedentes la
incertidumbre crece y ésta es una mala compañera de viaje si lo que
se busca es controlar a la población, ya que necesitamos “viajar
hacia el futuro en nuestros cerebros”, imaginando un escenario
optimista y un camino claro para alcanzarlo”, asegura Muñoz.

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