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En 1960 se iniciaba una nueva época para la humanidad: toda investigación requiere una serie de inversiones económicas y el apoyo de personas interesadas en conseguir resultados eficaces, pero, ¿qué se entiende por eficaz?

El 23 de junio de 1960 era aprobada, en los Estados Unidos de América, la venta para ser usada como anticonceptivo de una píldora que llegaría a ser famosa en la historia humana.

En el año 2010 se cumple el 50 aniversario de ese hecho, y vale la pena hacer un breve recorrido sobre las etapas que llevaron a la aprobación, sobre el significado que la misma ha tenido y sigue teniendo en la vida de millones de personas, y sobre las consecuencias más o menos conocidas.

La idea de controlar la fertilidad de la mujer para evitar embarazos es muy antigua y ha tenido diversas modalidades en el pasado. Con los progresos en los últimos 100 años en la medicina y en la biología, especialmente respecto del ciclo femenino, fue posible iniciar un trabajo de investigación para conseguir técnicas anticonceptivas con las que se buscaba bloquear la ovulación de la mujer o modificar las paredes del útero en orden a impedir la anidación de un embrión en sus primeras fases de desarrollo.

Toda investigación requiere, desde luego, una serie de inversiones económicas y el apoyo de personas interesadas en conseguir resultados eficaces. Para lo que ocurrió en 1960 podemos recordar, entre otros, los nombres de Margaret Sanger, Gregory Pincus, Min Chueh Chang y John Rock.

A inicios del año 1951, Margaret Sanger pudo encontrarse en una cena con Gregory Pincus, bajo la invitación de Abraham Stone. La cena fue el paso para que la asociación Planned Parenthood Federation of America (PPFA) se comprometiese a financiar estudios para encontrar y producir un anticonceptivo hormonal para uso de las mujeres. Pincus comenzó a trabajar inicialmente con el doctor Min Chueh Chang y luego con el doctor John Rock. La investigación estaba en marcha.

El recorrido de la misma no fue fácil y hubo momentos de freno o de aceleración. Sanger consiguió que Pincus estableciese contacto con otros investigadores que también habían llevado a cabo diversos estudios sobre la manera para detener la ovulación de la mujer.

Los primeros resultados permitieron preparar una píldora en 1955, que luego recibió el nombre comercial de Enovid. La píldora se basaba en una combinación estro-progestínica, en la que se mezclaban mestranol (150 microgramos) y norethynodrel (10 miligramos), aunque luego las cantidades de ambas sustancias fueron rebajadas. Tal combinación controlaba la producción de algunas hormonas femeninas hasta el punto de provocar en los ovarios una situación de ‘bloqueo’. De este modo, no se producía la ovulación, y así la mujer permanecía temporalmente en situación de esterilidad.

Del laboratorio se pasó en seguida a la fase de experimentación sobre mujeres. Los experimentos iniciaron en 1956 en Puerto Rico, y el año siguiente en Haití y en Ciudad de México.

Fue sobre todo en Puerto Rico donde se notaron efectos negativos de importancia entre las mujeres que participaron en los diferentes experimentos. Ello no fue suficiente para detener la fuerza de la propaganda, que lanzó a la prensa la idea de que la píldora Enovid era un anticonceptivo eficaz y seguro.

En un ambiente de presiones y de expectativas crecientes, la “Food and Drug Administration” (el organismo de Estados Unidos que da los permisos necesarios para vender y usar productos farmacéuticos) dio en 1957 la luz verde al uso de Enovid, no como anticonceptivo, sino como fármaco para regular la menstruación.

Tres años después, el 23 de junio de 1960, la píldora recibía el permiso para ser vendida explícitamente como anticonceptivo oral. De este modo, en Estados Unidos empezaba una revolución que iba a incidir profundamente en la vida de millones de mujeres de todo el planeta.

¿Cuál era la ‘novedad’ que se iniciaba con este producto? Para algunos, la píldora habría un horizonte insospechado para la vida de la mujer, al permitirle hacer infecundas las relaciones sexuales según sus propios deseos. En otras palabras, la mujer llegaba a conseguir una situación que hasta ahora era sólo ‘privilegio’ del varón: ejercer su sexualidad sin el ‘peligro’ de la llegada de un hijo, sin quedar embarazada.

En realidad, la píldora no era una simple ‘conquista’, pues quedaban pendientes una serie de cuestiones éticas que no podían quedar de lado. ¿Es la fertilidad un asunto privado? ¿Hay que considerar la llegada de una nueva vida como un ‘peligro’ o como una simple opción que depende simplemente de los deseos de la mujer o de quienes influyen sobre ella? La nueva píldora, ¿es una auténtica ‘medicina’ o un producto que no cura, sino que altera el buen funcionamiento del cuerpo femenino? ¿Cuáles son las consecuencias, a corto y a largo plazo, de un bombardeo hormonal que la mujer provoca dentro de su organismo para controlar su fecundidad? ¿Surgen repercusiones familiares y sociales a la hora de hacer más ‘fácil’ el uso de técnicas anticonceptivas?

En el año 1960 se iniciaba, para algunos, una nueva época para la humanidad. Pero para muchos no estaba claro si se trataba de algo nuevo que provocaría mejoras, o bien, sería algo nuevo que empeoraría las cosas.