Existen muchas variables a mapear cuando se busca una definición gráfica completa de un
espacio. En la historia del mapa existen aquellos que consideran una “vista de pájaro”,
complementadas con proyecciones cónicas de índole artístico de la ciudad, desarrolladas
fuertemente durante el Renacimiento europeo, como los contenidos en el Atlas de Braun
y Hogenberg “Civitates Orbis Terrarum” (1572), hasta el mapa iconográfico de Roma “La
Pianta Grande di Roma”, que realizó Giambattista Nolli, en 1748, durante el barroco
italiano tardío.
El hoy referente “Mapa Nolli” fue usado como base por la administración romana hasta
1970 y es considerado un paradigma en la expresión gráfica de los espacios urbanos. En
gran parte, Nolli dejó de lado las convenciones y creó una nueva expresión gráfica para
representar el espacio urbano con una clara intencionalidad que dejaba de lado lo
figurativo y se centraba más en lo cognitivo y en sus conexiones como sistema.
Hoy, la tecnología de la información y las comunicaciones aplicadas a los mapas y a los
procesos que los crean, han abierto las puertas a la incorporación visual de nuevas
variables que ayudan a identificar el uso e incluso el significado de los espacios. Recursos
que buscan tener imágenes de referencia cada vez más completas de las variables que
definen un espacio físico, cultural, social, etc.
Dentro de los procesos experimentales de mapeo apoyados por las nuevas tecnologías de
la información surgen entidades como los mapas de “olor”. Los autores de “Smelly Maps:
The Digital Life of Urban Smellscapes” usaron sus propias narices, “crowsourcing”, y las
redes sociales para crear mapas temáticos del olor de las ciudades. Para crear estos
mapas, los investigadores tuvieron que crear en primera instancia -lo que ellos mismos
llamaron- un “diccionario del olor”, con la ayuda de voluntarios residentes en siete
ciudades: Ámsterdam, Pamplona, Glasgow, Edinburgh, Newport, París y Nueva York. Se
condujeron unas caminatas por cada ciudad en donde los actores identificaban odores,
tomando nota escritas de lo que estaban oliendo con respecto a dónde se encontraban.
Los investigadores sintetizaron la información y la expresaron a través de un esquema
gráfico circular con codificación de color. Para luego utilizar la codificación de color
directamente como una capa de un mapa métrico. Las macro categorías de la
clasificación, según los términos más señalados fueron: Comida, basura, emisiones,
naturaleza, industria, metro, animales, limpieza, tabaco, sintético. Dentro de estas se
resumen casi todos los elementos emisores de olores característicos que se encuentran en
las ciudades en estudio y las ciudades en general. (Artículo al respecto de la investigación
en www.nextcity.org)
El olfato es uno de nuestros sentidos más evocativos, tiene un gran impacto en nuestro
comportamiento, salud y actitud hacia los espacios en su dimensión física y social. Una
herramienta de planificación, que considere el mapeo de los olores en relación a los
demás componentes urbanos, tiene bastante sentido desde la creación de herramientas
para la defensa de la calidad de vida y la identidad, en definitiva, espacios más humanos.
Otro tipo de mapas que en su proceso de desarrollo actual ha sido apoyado por la
tecnología son los topológicos; estos sintetizan los espacios en general y los urbanos en
particular en una serie de conexiones que se encuentran en una estrecha relación con la
tendencia de uso. Teorías como la “sintaxis espacial” de Bill Hillier (UCL) desde hace más
de veinte años alimenta la creación de un software de análisis espacial que, entre otras
cosas, crea mapas topológicos a partir de mapas físicos para predecir comportamientos y
tendencias espaciales que pueden ayudar a una planificación más efectiva de la ciudad y
sus proyectos.
Los mapas topológicos también desarrollan la imagen de una ciudad y han servido a la
imaginación; Ivan Spech (http://urbanomnibus.net/2014/10/subway-maps-for-cities-
without-subways/), se ha embarcado en un proyecto creativo que consiste en crear mapas
de una red de metro para ciudades que no poseen este tipo de transporte público.
Históricamente, los mapas de metro se definen entre lo funcional y lo artístico. Pensar en
estaciones involucra pensar en la ciudad como una red de conexiones por sobre un
espacio físico.
Los recursos visuales utilizados en la creación de mapas de una gran variedad de estilos
presentes en las civilizaciones presentes y pasadas no pueden llegar a comprenderse,
valorarse, ni interpretarse sin entender el propósito servido. No es posible saltar a una
conclusión con respecto a cierta limitante en los recursos gráficos de una representación
espacial si no se conocen los motivos o la historia que llevo a cierta representación.
¿Cómo luciría un mapa de olores de San Felipe o Los Andes? ¿Qué olores nos recuerdan a
sus espacios? ¿Han cambiado los olores que los identifican a través del tiempo? Y, a ¿qué
lugares tendrían que estar relacionadas las estaciones de una eventual red de metro?
Estaciones que, por cierto, aportarían un nuevo panorama de olores.