Mapas de olor.

23 09 2015DSC0276

 

Existen muchas variables a mapear cuando se busca una definición gráfica completa de un

espacio. En la historia del mapa existen aquellos que consideran una “vista de pájaro”,

complementadas con proyecciones cónicas de índole artístico de la ciudad, desarrolladas

fuertemente durante el Renacimiento europeo, como los contenidos en el Atlas de Braun

y Hogenberg “Civitates Orbis Terrarum” (1572), hasta el mapa iconográfico de Roma “La

Pianta Grande di Roma”, que realizó Giambattista Nolli, en 1748, durante el barroco

italiano tardío.

El hoy referente “Mapa Nolli” fue usado como base por la administración romana hasta

1970 y es considerado un paradigma en la expresión gráfica de los espacios urbanos. En

gran parte, Nolli dejó de lado las convenciones y creó una nueva expresión gráfica para

representar el espacio urbano con una clara intencionalidad que dejaba de lado lo

figurativo y se centraba más en lo cognitivo y en sus conexiones como sistema.

Hoy, la tecnología de la información y las comunicaciones aplicadas a los mapas y a los

procesos que los crean, han abierto las puertas a la incorporación visual de nuevas

variables que ayudan a identificar el uso e incluso el significado de los espacios. Recursos

que buscan tener imágenes de referencia cada vez más completas de las variables que

definen un espacio físico, cultural, social, etc.

Dentro de los procesos experimentales de mapeo apoyados por las nuevas tecnologías de

la información surgen entidades como los mapas de “olor”. Los autores de “Smelly Maps:

The Digital Life of Urban Smellscapes” usaron sus propias narices, “crowsourcing”, y las

redes sociales para crear mapas temáticos del olor de las ciudades. Para crear estos

mapas, los investigadores tuvieron que crear en primera instancia -lo que ellos mismos

llamaron- un “diccionario del olor”, con la ayuda de voluntarios residentes en siete

ciudades: Ámsterdam, Pamplona, Glasgow, Edinburgh, Newport, París y Nueva York. Se

condujeron unas caminatas por cada ciudad en donde los actores identificaban odores,

tomando nota escritas de lo que estaban oliendo con respecto a dónde se encontraban.

Los investigadores sintetizaron la información y la expresaron a través de un esquema

gráfico circular con codificación de color. Para luego utilizar la codificación de color

directamente como una capa de un mapa métrico. Las macro categorías de la

clasificación, según los términos más señalados fueron: Comida, basura, emisiones,

naturaleza, industria, metro, animales, limpieza, tabaco, sintético. Dentro de estas se

resumen casi todos los elementos emisores de olores característicos que se encuentran en

las ciudades en estudio y las ciudades en general. (Artículo al respecto de la investigación

en www.nextcity.org)

El olfato es uno de nuestros sentidos más evocativos, tiene un gran impacto en nuestro

comportamiento, salud y actitud hacia los espacios en su dimensión física y social. Una

herramienta de planificación, que considere el mapeo de los olores en relación a los

demás componentes urbanos, tiene bastante sentido desde la creación de herramientas

para la defensa de la calidad de vida y la identidad, en definitiva, espacios más humanos.

Otro tipo de mapas que en su proceso de desarrollo actual ha sido apoyado por la

tecnología son los topológicos; estos sintetizan los espacios en general y los urbanos en

particular en una serie de conexiones que se encuentran en una estrecha relación con la

tendencia de uso. Teorías como la “sintaxis espacial” de Bill Hillier (UCL) desde hace más

de veinte años alimenta la creación de un software de análisis espacial que, entre otras

cosas, crea mapas topológicos a partir de mapas físicos para predecir comportamientos y

tendencias espaciales que pueden ayudar a una planificación más efectiva de la ciudad y

sus proyectos.

Los mapas topológicos también desarrollan la imagen de una ciudad y han servido a la

imaginación; Ivan Spech (http://urbanomnibus.net/2014/10/subway-maps-for-cities-

without-subways/), se ha embarcado en un proyecto creativo que consiste en crear mapas

de una red de metro para ciudades que no poseen este tipo de transporte público.

Históricamente, los mapas de metro se definen entre lo funcional y lo artístico. Pensar en

estaciones involucra pensar en la ciudad como una red de conexiones por sobre un

espacio físico.

Los recursos visuales utilizados en la creación de mapas de una gran variedad de estilos

presentes en las civilizaciones presentes y pasadas no pueden llegar a comprenderse,

valorarse, ni interpretarse sin entender el propósito servido. No es posible saltar a una

conclusión con respecto a cierta limitante en los recursos gráficos de una representación

espacial si no se conocen los motivos o la historia que llevo a cierta representación.

¿Cómo luciría un mapa de olores de San Felipe o Los Andes? ¿Qué olores nos recuerdan a

sus espacios? ¿Han cambiado los olores que los identifican a través del tiempo? Y, a ¿qué

lugares tendrían que estar relacionadas las estaciones de una eventual red de metro?

Estaciones que, por cierto, aportarían un nuevo panorama de olores.

Deja una respuesta