El patrimonio está constituido por aquellos bienes culturales y naturales a los cuales la
sociedad (y sus instituciones) le otorgan una valoración. El valor de esos bienes emanan de
su calidad (de su belleza artística, de su diseño arquitectónico), de su singularidad (que sea
único e irrepetible), de su ejemplaridad (que represente un momento, una forma de vida, una
obra humana).
Estas características hacen relevante su existencia, pero sobre todo, su preservación
hacia el futuro. Patrimonio, en su versión inglesa de heritage, se vincula a la herencia,
aquella que hemos recibido de nuestros antepasados, en la huella material de un pukara, de
un edificio, de una escultura, de una tradición, de un baile chino, de un santuario natural.
El patrimonio son estas herencias, estos legados que la sociedad decide preservar
hacia el futuro. Esa herencia no es sólo un tesoro que llega desde un pasado para que
nosotros usemos hasta saciarnos. Es una herencia que debemos contribuir a asegurar en su
preservación hacia el futuro. Un legado cultural del que las sociedades deben hacerse
responsables, para que nuestros descendientes también la disfruten, la experimenten y se
eduquen.
Todo es patrimonializable, mas, no todo es patrimonio. Para que los bienes culturales o
naturales adquieran una condición patrimonial, actores sociales e institucionales realizan una
operación patrimonial, donde se selecciona lo que se quiere convertir en patrimonio,
asignándole valores a sus características.
Por lo tanto, no todo vestigio pasado es patrimonio, sino lo que la sociedad, sus grupos
o instituciones deciden (y negocian) valorar y preservar. No toda construcción, no todo
edificio, no toda manifestación, adquiere la connotación de patrimonial, sino en aquellos
bienes donde opera un acto de activación cultural y sociopolítica, con diversos criterios e
intereses, buscando representar identidades, tratando de instituir sentidos.
El Estado y los expertos tienen buena parte del protagonismo y la legitimación para
asignar valores patrimoniales. Pero es también, en ese plano de construcción social del
patrimonio, donde las comunidades locales tienen un espacio abierto para asignar valor a
sus lugares, a sus prácticas, a sus visiones. Cada vez más observamos a comunidades
rurales, urbanas, indígenas, grupos de interés, asociaciones, clubs, organizaciones del
voluntariado, que desde sus propios lugares comienzan a asignar valor a sus herencias,
relevándolas, protegiéndolas y difundiéndolas públicamente.
En este mes del patrimonio, la invitación es a apreciar nuestros bienes patrimoniales, a
encontrar los valores que esconden tanto aquellos lugares y bienes que han recibido la
designación de patrimonial, como aquellos que por sus características la sociedad y sus
instituciones pueden otorgarles dicha condición. Es una invitación a una reflexión colectiva,
ciudadana, multivocal, de nuestros patrimonios.