Mujeres mal “pagadas”.

 

Marcela es porteña. Y es emprendedora desde que se separó de su marido, hace algunos

años. Antes, como muchas mujeres, su trabajo era ser dueña de casa. Nadie le pagó un

sueldo decente (o algo) por esa labor. Trabajar en la casa con jornadas laborales extensas

es una actividad que se da por sentada, se asume como natural porque la mujer, desde

casi siempre, estuvo confinada al mundo privado. Hoy Marcela trabaja y su

emprendimiento puede realizarlo, afortunadamente, desde su casa. Ahora tiene doble

jornada laboral. Sí es autónoma, sí maneja sus tiempos y sí es independiente. A veces, sin

embargo, la plata escasea y desearía tener un empleo de media jornada y mantener lo

otro. Vamos sumando y sumando jornadas laborales mal pagadas e incluso sin

remuneración alguna. No importa cuánto deba trabajar, Marcela no ganará (al menos en

el corto plazo) lo que gana un hombre con menos calificación e incluso, menos estudios

que ella. No basta que instituciones como Fondo Esperanza, sigan entregando

microcréditos a emprendedoras; es necesario que transformemos esa convención

machista de que el trabajo doméstico es femenino. No nacimos encadenadas a la casa

como muchos se esmeran aún en creer. El trabajo doméstico debe ser tratado como uno

más y puede ser ejecutado por personas de ambos géneros. Se aprende, como todo en la

vida y debe ser remunerado como tal. Nuestras emprendedoras son mujeres esforzadas,

que se amanecen cocinando, bordando, que a las seis están listas para salir a vender sus

productos, muchas de ellas pasan de largo sin dormir. Se enfrían en las ferias para llegar a

hacer las camas y servir la comida. ¿Hasta cuándo? Claro, y esto lo sé porque converso con

ellas, que lo hacen sin cuestionar y por amor asumen que su deber es mantener la casa

impecable, cocinar, hacer las tareas y cuidar a los hijos. Yo amo mi trabajo, pero me pagan

por hacerlo. ¿Dónde está la diferencia, entonces? Queremos que Chile sea un país de

emprendedores y hacemos nuestro aporte en esa gran tarea. Pero no podemos seguir

exigiendo a nuestras mujeres malabares para llegar a fin de mes, tener la comida caliente

y más encima criar. Se conmemora el Día Internacional de la Mujer y nos llenamos de

promesas que se diluyen en eternos trámites legislativos. Esperemos que este 2015 sea un

año de concretar planes, de discutir y valorar como corresponde el trabajo doméstico y

externo que realizan las mujeres. Que seamos reconocidas como sujetos íntegros con los

mismos derechos que todos.

 

Pamela Pereira,Subgerenta (r) Zona Centro Costa, Fondo Esperanza

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