Juan Órdenes: “lo bonito del oficio de componedor de huesos es ayudar”

 

 

Participar con la comunidad prestando un servicio desde el ámbito de la salud que heredó de su padre y que es parte de la tradición del país, merece un reconocimiento tal como el entregado por Unesco, desde el año 2009 en Chile, a través del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.


“Lo bonito de este oficio, en primer lugar, es ayudar. Siempre me ha gustado participar con la comunidad, con el vecindario. Donde he vivido, he tenido una muy buena relación con los vecinos y eso me lleva a aliviar un poco la situación que vive la gente”, afirma Juan Órdenes Alcaíno, componedor de huesos de la ciudad de Quilpué.


La antigua tradición de medicina alternativa ancestral le fue heredada por su padre, Eduardo Órdenes. “Él fue componedor de huesos desde que yo era un niño y salía con él, acompañándolo en su labor. Falleció en el año 1992 y vivió en la Población “Araya”, en el sector de la calle Covadonga. Después, en 1971, nos fuimos a la Población “José Miguel Carrera”. Era muy conocido en Quilpué, de todas partes lo buscaban”, recuerda el cultor, emocionado.


Nacido y criado en Quilpué hasta los 23 años, Juan Órdenes trabajó en Carabineros durante los posteriores 21 años, en Arica. Ya retirado, decidió volver a su ciudad natal, donde vive hace cinco años, en la Población “El Esfuerzo”, de Quilpué. “Comencé a ejercer trabajos varios y este hermoso oficio que me dejó mi padre como herencia y don: componedor de huesos, zafaduras, esguinces y realizando masajes, en general. Ejerzo esta labor hace ya unos 35 años, período en que he atendido a centenares de personas de todas las edades”, manifiesta.


Componer huesos


Juan explica que el oficio consiste en “saber bien la ubicación de los huesos en el cuerpo, ubicarlos; porque la sensibilidad la tengo en las manos. Entonces, ubico dónde el hueso está corrido y lo acomodo en su lugar. Un buen masaje, un vendaje y en dos tres días ya las molestias de la persona se eliminan totalmente”, indica.


Luego de 35 años, son muchos los que requieren y buscan sus servicios en Quilpué, por lo que tiene bastantes clientes permanentes, en masajes y composturas. “Me he encontrado con personas que atendí cuando niños y ahora ya son universitarios. Es un trabajo que en medicina es carísimo. Cada sesión vale entre 15 y 20 mil pesos, pero el cobro que yo hago es mucho menor, porque la labor es sin fines de lucro”, agrega.


A su vez, recalca que no cualquier persona puede realizar este trabajo, “porque cuando el hueso se sale, en ocasiones puede ocasionar una lesión en una vena o arteria y, al meter mano, alguien que no sepa la puede abrir más y producir una hemorragia interna. En eso es donde hay que tener mucho cuidado”.


Ansiado reconocimiento


Uno de los principales anhelos del componedor quilpueíno es que, en su caso y en otros, este oficio pueda ser reconocido.


“Éste es un oficio que no es reconocido por la medicina moderna, pero que ofrece mucha ayuda a la gente. Ahora está apareciendo en la prensa. Por ejemplo, en televisión le han dado un poco más de auge, a través de reportajes. En la zona sur, desde Rancagua para allá, existen personas que quiebran el empacho o que le rezan a los niños y a las guaguas ojeadas; todos son oficios que tampoco son reconocidos por la medicina moderna, pero son más efectivos”, añade destacando que pueden ser ejercidos en forma complementaria y alternativa, “como el caso de las medicinas alternativas mapuche, que han sido reconocidas”, indica.


La idea de Juan es poner en el tapete que el oficio sea valorado y reconocido, tal como ha sucedido con otros cultores por la Unesco, desde el año 2009, a través del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.


“He hecho bastantes consultas con el fin de que el oficio sea reconocido y pagado como corresponde pero, en líneas generales, las respuestas me llevan por otro lado, por el lado de la traumatología, que consiste en que a una persona zafada se le fija con yeso y el hueso no vuelve a su lugar, solamente se inmoviliza”, explica.


Asimismo, resalta: “tuve la oportunidad de que me encuestaran en la Municipalidad e ingresé al Plan Ético Familiar. Conversando con el asesor laboral Piero Sandivari, logramos dar a conocer en parte el oficio que realizo y hemos buscado fórmulas de poder instalar una consulta o ingresar a algún servicio de salud como auxiliar paramédico, porque si decido estudiar en una universidad el canon es muy alto y saldría como auxiliar traumatólogo, que no va por el lado de lo que yo hago”, aclara.


Futuros talleres


Otra de las ideas que surge del tema es poder instruir a nuevas generaciones interesadas en el oficio, por medio de talleres enfocados en traspasar el conocimiento heredado por su padre, con el fin de no se pierda ni se olvide la tradicional labor de componedor de huesos.


Al respecto, el cultor manifiesta que “desgraciadamente, la juventud de hoy no se ha interesado en aprender este oficio, porque no ha sido difundido. Por eso, si una entidad pudiese abrirnos las puertas para hacer un par de sesiones semanales, sería ideal. Sería bueno que este oficio se mantuviera ya que se está perdiendo, porque aquí, en Quilpué, tengo entendido que somos sólo dos o tres personas que componemos huesos, pero no hay más. No sé cuánto me queda, me gustaría, sí, me gustaría que la juventud siguiera con esto, por qué no”, señala, entusiasmado.


Optimista con la idea, Juan Órdenes, componedor de huesos quilpueíno, se refiere al traspaso del oficio. “Sería ideal, no por el sentido económico que pueda generar, sino para que la tradición y el oficio no se pierdan y la gente tenga la oportunidad de encontrar algo alternativo a la medicina moderna”, concluye.

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