Primera comunión de estudiantes del Colegio Aconcagua.

 

Confundidos en un abrazo emocionado, más de 40 estudiantes del Colegio Aconcagua y sus familiares, sellaron este domingo la ceremonia en que los niños realizaron su Primera Comunión, en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, de Quilpué.

 

Un día luminoso acompañó a las familias que comenzaron a llegar temprano al templo ubicado en avenida Los Carrera, para estar junto a los niños y niñas en tan especial ocasión. Padres, hermanos, abuelos, tíos y feligreses en general ocuparon bancas y pasillos, en tanto los catequistas se encargaron de mantener despejados los espacios adyacentes al altar, a fin de preservar la solemnidad del acto, que se desarrolló durante la misa de las 10 de la mañana.

 

En su prédica, el párroco José Antonio Atucha se dirigió a los estudiantes y a sus padres, instándolos a vivir profundamente el significado del sacramento que iban a recibir. “Para un niño católico, la Primera Comunión marca un antes y un después”, sostuvo.

 

Junto con recordar que Jesús dijo “Dejad que los niños vengan a mí”, manifestó que la gran necesidad de los pequeños es “una familia feliz”. “Son niños, son inocentes. Esfuércense aún más por darles a estos niños una familia feliz”, les expresó a los padres, llamándolos a dedicarles tiempo y a priorizar los momentos que comparten con ellos, por sobre el computador y el trabajo. Asimismo, los instó a formarlos como personas integrales y en el respeto a los otros. “La principal fábrica de machistas son las mamás”, sostuvo el sacerdote, provocando sonrisas y gestos en los asistentes. “Si los crían muy regalones, ellos van a tener problemas”, manifestó.

 

Asimismo, invitó a los estudiantes a participar de la vida parroquial, incorporándose a alguno de los grupos de niños y jóvenes que existen en la comunidad.

 

Luego de la consagración del pan y el vino, el padre Atucha dio la comunión a los niños, en un marco de recogimiento de la asistencia. Como es tradicional en esta parroquia, un momento de especial emotividad se vivió cuando el sacerdote llamó a los pequeños que acababan de recibir el sacramento y a sus padres o familiares que los acompañaban, a ubicarse en filas enfrentadas y a repetir las palabras que él les iba señalando.

 

Mientras los rostros de algunos niños evidenciaban mucho regocijo, otros reflejaban gran emoción. Lo mismo los padres y familiares. Luego de expresarse los mutuos sentimientos de amor, respeto y compromiso de dedicación, el párroco los invitó a estrecharse en un abrazo. Fue el instante cúlmine de la ceremonia, donde se dio curso a la emoción y a las expresiones de amor.

 

La feligresía presente no se quedó al margen y finalmente cerró con un aplauso el significativo acto, luego de lo cual, como es también costumbre, los niños y sus familiares se fotografiaron junto a la imagen de la Virgen María, especialmente ornamentada durante su mes.

 

Fuente: Sandra Pizarro, Comunicadora Parroquial

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