Hay una cuota normal que tiene que ver con la “energía vital” imprescindible. Pero hacer foco en el propio ombligo más de lo aconsejable y enamorarse de la propia imagen afecta el vínculo con los demás. ¿Qué se esconde detrás de estas personalidades? Aquí, una reflexión de la psicóloga Carmen Iriondo.
La palabra narcisismo se repite en todos lados sin que pensemos demasiado de dónde proviene ni qué significa. Se la asocia correctamente con un desmedido amor a sí mismo, pero habría que agregar que, como todos los “ismos”, conlleva el riesgo de convertirse en una patología.
NARCISISMO NORMAL
El narcisismo es un concepto que describe una energía vital e imprescindible de la especie humana. Es necesaria para que haya vida y nos deja marcados desde el nacimiento por una vivencia de plena satisfacción que no se va a repetir. Como si se tratara de un paraíso perdido en donde no existen los otros, las diferencias, las frustraciones, el malestar y obviamente es un lugar al que todos quisiéramos regresar para revivir esta ilusión.
La palabra es un derivado del mito de Narciso. Éste cuenta que Narciso es hijo de un río y una ninfa. El oráculo presagia que Narciso llegará a viejo siempre y cuando no se mire. Narciso era hermoso y enamoraba a las ninfas como Brad Pitt o Antonio Banderas. El se mostraba indiferente, lo que las volvía aún más locas, hasta el punto de dejarse morir de hambre como en el caso de la ninfa Eco. Narciso, distraído, un día siente sed y se inclina sobre un espejo de agua que le devuelve una imagen de sí que lo enamora perdidamente. Atrapado por ella cae al agua y se deja morir ahogado como renuncia a la vida.
Este argumento podría pertenecer a un guión de cine o a una ficción de televisión. Pero nos previene contra los excesos: pareciera que enamorarse de la propia imagen se paga a veces con la muerte prematura.
NARCISISMO TOLERABLE
En estos tiempos de protagonismo casi absoluto de la imagen, si bien la palabra narcisismo se asocia a personalidades que refieren todo a su propio ombligo, lo que no se dice es que la necesidad inusual de ser mirados y admirados va acompañada generalmente de una contradicción curiosa: junto a la idea muy inflada de sí mismo aparece la desmedida necesidad de recibir halagos y tributos de los otros.
En este terreno de profunda inseguridad es donde comienza el clima de malestar, de decepción, de insatisfacción al comprobar una y otra vez que el brillo se desvanece y se pierden las nuevas fuentes de alimento de la estima. El aplauso cesa y la persona queda merced de la rabia y el miedo sin saber cómo activarse de nuevo.
LA PERSONALIDAD NARCISISTA
Cuando el narcisismo deja de ser una energía vital necesaria para mantenernos vivos y se transforma en un impedimento para relacionarse con los otros, estamos frente a personas y problemas.
Estas personalidades carecen de profundidad en sus vínculos, no tienen empatía con los sentimientos de los prójimos y establecen relaciones de explotación y uso parasitario detrás de fachadas encantadoras. Parecen dependientes, pero “penden” del halago del otro ya que la desconfianza no les permite depender desde un plano amoroso.
El narcisista no tolera la demora, la diferencia, la frustración, ni la existencia de alguien que no sea él mismo. Sufre como un niño al que le quitan protagonismo. El trasfondo de estos estados narcisistas es de agresividad , intolerancia y violencia.
LA BELLEZA
Hay un error que se comete con frecuencia: creer que el narcisismo está ligado a la belleza física y por lo tanto a la superficialidad estética. La belleza convencional no es necesaria para convertirse en una personalidad narcisista. El brillo falso puede encontrarse agazapado detrás de cualquier semblante.
Es en el narcicismo que se apoya la vanidad, peligrosa fiera que nos hace creer nuestro delirio y mirar nuestro ombligo en el espejo. La palabra deriva de vanitas, vano, vacuo, vacío.
Como dijo Balzac, hay que dejar la vanidad y el narcisismo a los que no tienen otra cosa que exhibir.