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27 10 2015FotoClaudioGonzlezVega

 

La revolución de las microfinanzas ha sido una proeza de formidables dimensiones en

la historia de la inclusión financiera. El participar en FOROMIC, junto a la satisfacción

que los logros nos permiten, nos anima a una gran impaciencia, por las intolerables

brechas observadas entre los ya incluidos y los todavía excluidos. Las tareas

pendientes son muchas: incorporar a poblaciones vulnerables y marginales, ampliar la

gama de servicios y hacerlos más apropiados a las circunstancias de los clientes, llevar

los costos a niveles razonables y garantizar la sostenibilidad de las entidades. La

agenda del encuentro destaca el papel que las tecnologías de información y

comunicaciones digitales pueden jugar en expandir la inclusión financiera. Estas

tecnologías ofrecen muchas oportunidades y también amenazas. La contribución

esencial de las microfinanzas ha sido la valoración de relaciones directas

personalizadas, mutuamente valiosas, sostenidas en el largo plazo, que crean los

incentivos que gobiernan el comportamiento de clientes y entidades. En el tiempo,

ambos invierten en mantener y fortalecer estas relaciones. En contraste, las nuevas

tecnologías, aunque abaratan y facilitan transacciones, son impersonales y reducen la

proximidad con el cliente.

En el Grupo de la Fundación Microfinanzas BBVA (presente en siete países de

Latinoamérica y en Chile a través de Fondo Esperanza y Emprende Microfinanzas),

pensamos que es necesario encontrar un equilibrio virtuoso entre relaciones y

tecnología (una solución high touch-high tech). La tecnología debe complementar y

reforzar relaciones personalizadas que mejoran el bienestar de los clientes; no pueden

ni deben sustituir relaciones basadas en la confianza y la interacción humana. El futuro

de la inclusión financiera es de quienes logren este balance.

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