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El domingo 22 de agosto todos nos emocionamos al ver que los 33 mineros atrapados hace 17 días en la mina San José estaban con vida. Parecía un milagro, más bien salido de una película de acción hollywoodense que de una historia real. Desde el primer día todo el país había seguido el desarrollo del derrumbe en la mina, y a pesar que no existía ningún vínculo cercano, todos nos sentíamos identificados y acompañamos la angustia de los familiares de los mineros atrapados. Es por ello que la buena noticia nos alegró tanto a todos, se escucharon bocinas y celebraciones en las principales plazas del país, y como si hubiera llegado septiembre (y la celebración del Bicentenario), nos sentíamos más unidos y chilenos que nunca.

En estas tres semanas hemos visto cómo el gobierno ha dispuesto de sus mejores profesionales para armar un plan de rescate, articulando a los distintos ministerios en función de las tareas requeridas. Cómo el gobierno local ha estado presente. Como cientos de voluntarios anónimos han acompañado y contenido a las familias de los mineros. Cómo las empresas privadas han puesto a disposición sus maquinarias y sus profesionales. Como las familias de los mineros han puesto el corazón y la esperanza para soportar la espera. Y como todos nosotros desde más lejos hemos seguido y apoyado esta historia.

Hoy día, a semanas del Bicentenario, la historia de los 33 mineros nos recuerdan que somos todos parte de un mismo país. Y que la celebración no podrá ser tal, si no estamos todos ese día para celebrar. Es por esto que se hace difícil celebrar cuando aún hay familias viviendo en condiciones vulnerables: con trabajos precarios, con poco acceso a la educación, justicia, salud y vivienda; familias atrapadas, enterradas en el fondo de la pobreza.

Las familias de campamentos llevan años esperando un rescate; un gobierno comprometido que con celeridad disponga de sus ministerios para encontrar soluciones interdisciplinarias, empresas privadas que pongan a su disposición sus recursos, profesionales y experiencia, un gobierno local disponible y cercano, familias dispuestas a trabajar codo a codo con voluntarios y una sociedad entera alentando una pronta solución para las familias más pobres del país.

Sentirnos parte de un mismo país y cantar el himno nacional con orgullo sólo podrá ser posible si todos, TODOS, llegamos al año del bicentenario viviendo de una manera digna y sin exclusión.

Este fin de semana es la colecta Techo a Mil, donde cientos de voluntarios en la región y en el país salen a las calles, no sólo a pedir dinero, sino que a demostrarle a un país entero que los jóvenes creen en un Chile más justo, en un Chile sin campamentos.