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Este fruto rojo y redondo es bajo en calorías y carbohidratos, tiene un alto contenido de agua, es rico en fibra y minerales como el potasio, fósforo, hierro y calcio y, además, fuente de vitaminas A, C y E.

Parte fundamental de sus propiedades se encuentran principalmente en la cáscara. Según explica la ingeniera de alimentos Flor Ángela Sierra, cuando se realizan análisis de minerales y vitaminas en las frutas y verduras casi todos los nutrientes de estos se acumulan en la piel. De ahí que sea ideal consumirla.

En la piel de este fruto se concentra el licopeno, una sustancia que proporciona el color rojo, es antioxidante, anticancerígeno, fortalece el sistema inmunológico, reduce el colesterol y actúa como protector celular y de las mucosas.

Alrededor del mundo existen diferentes estudios científicos que sustentan las bondades del licopeno para la salud y señalan que esta sustancia es benéfica para proteger el corazón y prevenir las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.

Para no desaprovechar los beneficios de la cáscara de tomate, a la hora de consumirlo (si se puede optar por un producto orgánico) se lave muy bien. “Cuando no es orgánico, hay que ser muy cuidadosos al cocinarlo, ya que la piel lleva consigo una concentración de agroquímicos y plaguicidas que son dañinos para la salud, por eso se recomienda pelarlo”, afirma la ingeniera.

Para retirar la cáscara de la fruta existen diferentes métodos. El más sencillo es utilizar un pelador diseñado especialmente para esta tarea. Otra forma consiste en hacer un corte en cruz y sumergirlo en agua hirviendo por no más de 10 segundos. Luego se saca y se sigue el mismo proceso, pero en un recipiente con agua helada.

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